"Me dedicaste esa sonrisa
y yo, poeta y falso pero esperanzador vidente,
vi una nueva, bella e inexistente memoria."
A.
Espera. Un segundo. Dos. Tres. Ya puedes comenzar con tus palabras pálidas y tus escapadas por lo nostálgico. Ya puedes comenzar a contaminar las nubes y el cielo con veneno de alquitrán. Espera. Un segundo. Catorce casualidades. ¿Comprendes?. Aquellos versos que rodaban por tus sábanas bañados en desnudez. Aquellos amaneceres sobre los jardines soñados. En el epicentro de este humo no se esconden aditivos ni factor contaminante mayor que el ya pronunciado e irremediable factor soledad. El factor frío viene dado con este invierno. Es in-e-vitable. ¿Entiendes?. Dudo que entiendas. Sus rápidos placeres son reprochables. ¿El sinónimo de amor?
Kid Chocolate.
La verdadera espuma marina se deshace entre tus poros, recomponiéndose rápidamente, y deja como único recuerdo de ese efímero momento miles de gotas de agua fresca que mojan tu piel.
Y lo que es mejor, la traspasan. Se alojan en tu interior, te empapan por dentro y vuelven al mundo cuando tu corazón llora por los ojos; es por esto que las lágrimas son saladas.
Errante porque vaga y errante porque no hay acierto en sus tumbos. Errante la palabra que profana, afilada e hiriente, a una diana de humo que se disipa al mínimo contacto de una utopía bucólica. Errante porque tropieza y tropieza y tropieza y se pierde.
Ya no me condicionaba. Ya no vendría conmigo si no bajaba la música. Se saltó el paso de cebra y la proposición que me temía su ida, cruzó sin mirar y rozando las pitadas de mis manos sordas, se me escapó con un suspiro de frío, de mucho frío y de noche de invierno, cerrada con candados desde las seis de la tarde.
Ya no quería que se quedase conmigo. Me daba igual la música que retumbaba en las paredes y agrietaba las lágrimas inexistentes que no era capaz de hacer rodar por mis dedos. Corazón coraza y flechas que rebotan contra una lámina de miedo, de yo sin yo. El etéreo cantar del pensamiento inoportuno, la apariencia de una perfección inmunda, de una suciedad efímera que quema por dentro y destroza el castillo del éxtasis.
Se había ido y había dejado la música puesta. Que suene sin parar, los pies que se iban y no volvían, ansias de camino y tierra, de barro en la suela. Al descompás de un error.
Dale volumen, que parece que oigo algo menos este palpitar inoportuno.
Cáscara de nuez y barquito de papel, a la deriva.
No me hables, ahora no; no ahora que llega el estribillo.
torcidos de Dios.
Bendita maldición
maldita bendición.
Un fallo en el sistema,
una plaga,
un virus.
Los poetas somos los renglones
torcidos de Dios.
Una tenia auto-fagocitándose
sin piedad.
Un poema por cada espina,
una espina por cada veso,
un poema, una rosa y un beso.
Los poetas somos los renglones
torcidos de Dios.
Poetas abundan,
poesía escasea.
El dolor no muere,
se recicla en el corazón,
y se escupe por los dedos.
Lejos.
Bien lejos...
has escuchado un recital,
ni has escrito un poema,
¿qué atrevimiento tomas
Si nunca has leído poesía,
has escuchado un recital,
ni has escrito un poema,
¿qué atrevimiento tomas,
al decir que respiras?
Si nunca has leído poesía,
has escuchado un recital,
no has escrito un poema,
¿qué atrevimiento tomas,
al decir que vives?
Querido amigo, tengo que decir que:
No hay persona en este mundo
que nunca haya leído poesía,
haya escuchado un recital,
o haya escrito un poema;
y sepa de verdad
qué es un corazón latir,
qué es respirar,
y mucho menos,
qué es vivir.
La poesía es un arma cargada de futuro. Gabriel Celaya.