martes, 11 de enero de 2011

Calle Numen Vol.4 BUSCA!

Y tiemblo de rabia cuando me susurras que me envidias porque no eres capaz de
crear arte.
¿Que no eres capaz de crear arte? Se nota que nunca has probado tus besos.
O el sabor del vello erizado de tu estómago.

S.B


En blanco y al blanco,
un disparo y al centro,
al punto desligado
de la frase puntiaguda
del desliz de la tinta
el resbalón del poeta.
Tachado
de barato,
de artista sin arte
de sucio callejero
habitante de las esquinas
oscuras y sucias
manchadas de desnudez
y necesario de nada.
Filosofía barata.
Princesa de los arrabales
soñador de tejados
y gatos despeinados.
Droga blanda y corazón duro
muralla y metralla
inconexo hilo apergaminado
tiznado de hollín
con el que escribir
bajo las balas y las uñas de luna
algún te quiero que volar.
Con dinamita.
Porque no nos quedan alas.

Enc.



Tu arena,
Tu suave arena fría,
Siempre espera donde la dejo.
Tu mar,
Tu bravío mar en calma
Va y viene con la inseguridad de las olas.
Tu luna,
Tu quiero luna, pero no puedo,
Se viste de gala, y de puta, una vez a mes.
Si alguna vez tengo una playa
La voy a llamar
Tuarena Tumar Tuluna.

A.


Prender un deseo
con fuego de ilusión
sin saber
ajeno
a las cenizas de malicia.

Kid Chocolate



No pasa una noche
sin que el soñador Morfeo
nos lleve con él
a viajar muy lejos.
Comienza una aventura,
-mejor decir que continúa-:
esa vida paralela
que acontece bajo la luna.
Sensaciones muy extrañas
al abrir los ojos,
notas que la almohada
guarda un secreto de oro.
Esa gente que conoces
sin haberla antes visto,
esos lugares, sensaciones
que jamás has sentido.
Noches de amor puro,
de angustia y soledad,
no nos dejan indiferentes
cuando acabamos de
despertar.
¿Por qué gastar
un tercio de nuestro día
durmiendo, soñando,
viviendo en otra vida?
¿Para qué dormir
si no es para soñar?
¿Por qué anochece
si no es para despertar?

Flaca Beltenebra



Las madres vocales requebraban el silencio, retumbaban en constantes y
distintivos golpeteos en el tímpano que chocaban con palabras que no sonaban a
nada. Hablaba despacio y sin ritmo, insegura de sí y con desatino a toda
esperanza; querría esperar, supongo, algún gesto de complacencia por mi parte.
Yo no tenía nada que decirle, había dejado de importarme desde hacía semanas.
Ella me dijo que ya no le hacía reír, que mis besos sabían a polvo de labio
estancado y que sus ojos sólo eran represión de lágrimas de las que yo era
culpable. Intenté mostrarme sereno y no ponerme nervioso. No me inquietó que
se aburriera de mis gracias, pues los payasos a veces sólo agradan con los
primeros chistes. Estas cosas son irremediables. En verdad, tampoco me dolieron
sus lágrimas. Interpreté ser el escenario por el que la realidad chocó con sus
cuentos de vampiros que muerden cuellos de otra madera, y que sólo escupen
babas. Fueron los besos, señores, los que me hicieron explotar en impulso de
versos y consumo de drogas blandas, los mismos que hicieron de esta herida una
pluma de hierro que vuela por las plazas de la ciudad y cae como sombrero de
poeta perdido en tus manos. Por unos besos. Por la causa.

La herida


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