sábado, 21 de mayo de 2011

Por morder TUS labios

De pronto, estabas aquí. Delante de mí. Quieta, con un rostro serio y con tus pequeños ojos fijos en los míos. Me hacías grande sólo con eso. Tu pequeñita nariz casi pegada a la mía. No había tiempo ni espacio más que el que nosotros creáramos. Notaba tu aliento caliente en mi cara. No había ni sol, ni nubes. No había ni viento, ni suelo. Si digo que estábamos tú y yo solos es que estábamos tú y yo solos. No había absolutamente nada más que tú y yo. Tampoco había ropa. Tus ojos conectados con los míos en un fluir de palabras mudas que decían todo aquello que nos habíamos querido decir durante tanto tiempo, y que sin embargo, quedaron selladas en el olvido hasta el momento. Fue entonces cuando comprendí que no tenía nada si no te tenía. Me sonríes levemente. Tu mirada me explicaba que todo había acabado. Que no habría más lágrimas de tristeza. Que no habría más noches sin dormir si no eran estando contigo. Cerramos los ojos y me acerqué a ti. Mis brazos quedaban sellados en tu espalda. Noté cómo tu pelo se apoyaba en mi piel. Tus labios se deslizaron hacia los míos. Pero entonces te desvaneciste, y volvió a haber sol y nubes, viento y suelo, y también ropa. Por morder tus labios entendí que no importa nada de este sucio mundo si no estoy contigo. Sólo si estoy contigo.


K. Marte.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

¿Qué te parece?