domingo, 12 de diciembre de 2010

Ariane

Ariane nunca se había dejado enamorar. Claude Chavasse sabía esto porque se
lo prohibió. Ella siempre iba protegida por lo que denominaba “El ente de la
fascinación”. No se podría asegurar que fuera feliz, ni tampoco desdichada. Tras
su delicada y garbosa pose, Ariane era sencillamente ingenua. Una cualidad un
tanto venenosa para todo aquel que se proponía engatusarla.
Claude Chavasse era viudo. En verdad, él llevaba mucho mejor lo de ser
detective. Ariane sabía que nunca se liberaría del amor que le tuvo a su madre.
El noventa por ciento de los clientes que solicitaban los servicios de Claude
eran personas que dudaban de la fidelidad de su pareja. Las sospechas a ese
respecto siempre eran favorables. A Ariane le encantaba fisgonear en los
registros de aquellos casos. Le habían llamado la atención los de un tal Frank
Flannagan. Todos los años viajaba a París por las mismas fechas. Y todos los años
un matrimonio se rompía por esta causa. ¿Qué clase de amante sería aquel
hombre que impulsaba tanto el negocio de tu padre? Desde luego no podía
tener muchos escrúpulos. Claude siempre contestaba lo mismo cuando Ariane le
preguntaba sobre él. -¡Ese Don Juan terminará pagando por el dolor que hace!
Dios es justo, pequeña-.
La vida de Ariane Chavasse cambió la misma tarde en la que Elouan Cecereu se
acercó al despacho de Claude y se deshizo en un llanto descomunal cuando vio
las fotos de Frank Flannagan con su mujer. Perdió estribos y toda cordura. Se
levantó golpeándolo todo.- ¡Que lo mato!¡Que lo mato!-.Gritaba.-¡Que juro lo
mato!-. Claude estaba sentado y ni se inmutó. Catástrofes de la rutina.
-Tranquilícese, hombre-. Le dijo.- ¿Que me tranquilice? ¡Es la segunda mujer que
me quita ese desalmado! Y te digo yo que será la última-. Ariane estaba en el
pasillo escuchando aquello, desde la cerradura de la puerta. Y no habría ido al
Ritz por la noche a prevenir del atentado a Flannagan si no hubiera visto a Elouan
salir del despacho con una pistola. Ni habría ido, ni se habría dejado engatusar
por su elegancia.


Las musas en los clásicos del cine: "Ariane" (1957) BILLY WILDER


Herida


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