lunes, 20 de diciembre de 2010

Soy...

Soy una mirada velada reseñando gotas en el espejo. Soy la encrucijada del
camino que prende rumbos dispares. Soy la dehesa bronceada por el astro,
combinada con el azul moteado de blanco, y el despeinar del trigal por el
arraigado viento.
El calado de la ola en el médano, después del tifón en el desierto, son mis ojos. La
pluma rayando el papel, cuando sangra nácar carmesí, son mis manos. El beso
tiznado de hulla y salazón, pero con sabor a menta, son mis labios. Son mis pies
los que muelen cantos en el sendero y levantan polvo al caminar. Son cuchillas
áureas y herrumbrosas, trenzadas en el trabazón mecánico del tiempo, las que
dan forma a mi corazón.
Es savia en el mechero, y hierbabuena en el vaso; son lágrimas en el mar y
relinchos en el silencio, lo que trota por mis venas.
Guarda el espantapájaros de tela en su celosía, tras sus huesos de leño, mi alma
enmohecida, para que solo la vean a través de rejas.
Son los verbos en pretérito los que se acuerdan de mis sueños, y el futuro
compuesto el que dicta próxima estación.
Cargado de amarguras desfila el tren a medianoche, y pierde humo en cada
curva como pierde estaños la montaña.
Años son las huellas clavadas en el fango, al igual que las flores robadas de los
árboles. Años son, gentes y fantasmas, y pesadillas por las noches. Años son
caladas. Y desesperos.
Mis operaciones aritméticas nunca dan exactas, pues perdí el número que iba
después del trigesimonoveno gracias.
Y es que soy, como digo, el edén bonancible tras cada ladrillo; y la sonrisa
trastabillada en la cárcel del olvido.

Enc

No hay comentarios:

Publicar un comentario

¿Qué te parece?